Ir al contenido principal

Retamas en el reverbero de los años.


Ardientes pavesas inflaman los recuerdos del poeta Rafael Alberti, que busca entre las retamas reverberos y formas pretéritas, hasta que un día sus átomos se fundan con el cieno del camino, que emprendía atolondrado en la infancia de su Puerto de Santa María natal, y que ha desaparecido, en parte. Es el preludio con dejos poéticos de sus memorias, recopiladas en tres volúmenes en La arboleda perdida. El viejo vate se enfrenta en el primer volumen a los espectros del pasado adormilados en Cádiz y en Madrid, mientras el vigor de los anhelos era más poderoso que el cansancio y que el hastío de la vida, que no obstante, en Don Rafael es apenas inexistente a pesar de esos primeros conatos de desfallecimiento, en los que había perdido una fe religiosa amasada durante sus años mozos (la religión será sustituida por un ardor político e ideológico como sabemos). No en vano, el año 1920 le golpea con inusitada vehemencia, con tres muertes:  la de Joselito, que de forma tan magistral nos narra Manuel Chaves Nogales en su biografía de Juan Belmonte, el torero intelectual, el óbito de Benito Pérez Galdós y por último y especialmente dura y relevante para su obra, la de su padre - El fallecimiento de su progenitor, cuya mortaja blanca y rostro ceniciento le susurrarán los primeros versos al pintor de las metáforas vívidas de colores, le sume en una crisis existencial. Al igual que a Bécquer se le revelan esas resonancias de pintor frustrado que derrama en sus Rimas y Leyendas, los ecos figurativos y recoloridos nos llegan también al poemario de Alberti. De modo que inspirado por la desaparición del padre y a tientas, nos dibuja sus primeras rimas. 


.....tu cuerpo,
largo y abultado 
como las estatuas del Renacimiento
y unas flores mustias
de blancor enfermo.


A veces el estilo característico de los poetas cuando incursionan en un medio que le es ajeno como la prosa, les hace correr riesgos que pueden convertir su relato  en algo demasiado gravoso y premioso para el lector; pero  en el caso del gaditano no sólo no chapotea en charcos remotos, sino que logra que sus resonancias remeden un canto en cada línea, con las que poco a poco va desbrozando su más tierna infancia y sus primeros trancos en el Madrid de la Residencia de Estudiantes - mientras leíamos algunos pasajes de La arboleda, Alberti nos evocó retazos del grandioso Azul de Rubén Darío, que debiese ser de obligada lectura en la educación básica, aunque como dijese Federico García Lorca, la poesía no tiene adeptos sino amantes e inculcar por la fuerza es como pretender forzar a las musas en vano, que nunca te asisten cuando las requieres, y se muestran más desdeñosas si cabe. No obstante, este eterno debate, que se inicia en Cervantes, de los vasos comunicantes entre la poesía y la narrativa, y en cuanto a que un mal versificador, muchas veces se transforma en  un gran prosista, no ha lugar en el supuesto de Alberti. El que es un magnífico versificador como demostró a lo largo de una dilatada trayectoria, también resulta un estupendo narrador en su biografía. Como un giróscopo va tornando su mirada por los distintos episodios, con saltos en el tiempo con los que gira con habilidad y cursiva. Aunque después de todo, nos confiese sus pesares a que una excesiva letanía poética, trufe el relato de su vida.

Qué lentitud la mía! Tanto o más que un poema me cuesta una simple página en prosa. Todo me sale demasiado rítmico. Batallo porque no sea así. Corrijo, deformo una frase para que no haga verso. La leo atentamente. Y entonces no me gusta. ¿Qué hacer?" R. Alberti La arboleda perdida. Página 152 primer volumen.


  

Magnífico relato, lleno de pujos literarios
de la vida del gran poeta,


De esta guisa poética,  Alberti recuerda el influjo del Tío Vicente en su adolescencia. En el relato late un desagravio profundo con su familiar, porque la erudición del tío choca en cambio con las sombras y chivos expiatorios comunes en los religiosos más ortodoxos: Voltaire y los masones se tornan en el objeto de la ojeriza de su tío, al que le nubla la razón y escupe espumarajos con la sola mención de los susodichos. 
Son en cambio, los que alentarán con lenguas de luz, para el poeta, un nuevo credo que sustituya al religioso. Porque como dijimos, Don  Rafael vive una crisis muy profunda, casi cayó a los avernos por la pérdida de la fe, en momentos donde le asoló la muerte de su progenitor y una quebradiza salud que en sus curas, le llevará por la inspiradora sierra guadarrameña y en concreto, a San Rafael (Segovia). No puedo evitar hacer un breve inciso de índole personal, dado que me unen vínculos muy especiales con esta esplendente población de la serranía segoviana, en la cual hice mis primeros pinitos como poeta que jamás volví a retomar- nunca mejor dicho, mis primeros pinitos por los inmensos y gozosos pinares que rodean esta localidad serrana. Volviendo a Alberti, llaman la atención la presencia de los símbolos religiosos, que se hacen ubicuos en los primeros capítulos de La arboleda

Las  novenas, los cirios y los vicarios con el aleteo de sus capas de ropa y el incesante frufrú flotarán como una oscuridad amenazadora que se cierne sobre el futuro poeta. Rafael Alberti rechaza dicho ambiente dominado por una religión ciega, en el cual se aprenden de memoria las oraciones y se mal disimula el analfabetismo cuando muchos de sus familiares remedan el murmullo entre dientes de la lectura con el devocionario al revés o perpetran sin arrobo enormes faltas de ortografía, que herían a las almas más sensibles. Ya por entonces asaltaban sus pupilas los errores ortográficos,pues  en aquellos momentos de manera inconsciente su mente iba enhebrando letras que en su confuso cerebro adolescente, adoptaron formas, frases y metáforas que recobraría en el futuro para sus composiciones. A la vez iba aprehendiendo del gracejo popular, aquellas invenciones de palabras musicales que reflejan un habla particular popular y la capacidad innata del pueblo de transformar la arcilla delicuescente de una frase hecha tropo y dicha al desgaire de una ronda familiar. Seres alunados que vivieron en casas que apenas se sostienen, hechas cascotes y con el firmamento como techumbre. El tiempo rueda inmisericorde para Alberti.




Bellas y devotas pluguieron su alma infantil

Llegamos entonces al segundo acto del primer volumen, donde nuestro protagonista va trabando vínculos con las figuras todavía en ciernes de nuestra cultura. Así conoce a un reservado y observador Luis Buñuel, o a un también tímido muchacho de Figueras, Salvador Dalí que sin embargo, tiene una fina retranca que soltará al principio a cuentagotas y que se le hace más palpable al poeta el primer verano que se separan, a través de sus epístolas nostálgicas .  Todos se topan en la Residencia de estudiantes, con un hervidero de personalidades que con afán gamberro y creador, van abriendo el telón de un futuro esplendoroso. Por supuesto, el ambiente poco académico nada se compadecía de los céfiros krausistas que inspiraron la apertura de este centro:  el concurso de apagar la vela a pedos sería tomado como una irreverencia a lo antiguo. Con todo, se convertirá en un cenáculo rayano con lo mitológico para nuestra historia cultural ( Ver hermosa reseña que de la Edad de Plata hace la propia Residencia de Estudiantes http://www.edaddeplata.org/ o el documental de TVE en su centenario). En La colina de los chopos como bautizó JRJ (1)  al centro, el gaditano escuchará por primera vez recitar a Lorca, que se sume en las tinieblas semiescondidas del jardín. Su voz se ciñe tenebrosa al perfil encendido por la noche de las distintas moles que componen el conjunto arquitectónico de la Residencia. Desde entonces surge una amistad sincera entre "primos", así le distingue el aceitunado poeta, amanerado pero no como los bonvivant señoritos andaluces, sino como los acendrados hombres de campo.

   

Del Dalí callado y trabajador, al que escondía
un sentido de humor inimitable


Más tarde, nos cuenta desde las entrañas el acto fundacional que se toma como referencia para la Generación del 27, la celebración del tercer centenario de la muerte de Don Luis de Góngora. Aúnan esfuerzos y estos quijotes que quieren restituir la gloria al poeta cordobés, se dan de bruces con molinos inesperados, que no son tan proclives a unos fastos tan estrepitosos. Unamuno, Valle- Inclán que paradójicamente es el que más se parece al eximio poeta cordobés, reniegan de una celebración tan efusiva. Góngora dejará un poso que será deletéreo en opinión de Pablo Neruda, para muchos de esos creadores, puesto que momificará sus rimas. Alberti en cambio está en desacuerdo con su amigo chileno..... cree que si bien tuvo como todos un breve brillo y reminiscencia gongorino, éste se desvanecerá dando sin embargo más lustre a su obra en un momento donde se había abandonado completamente la forma. Como dijo un ilustre Guillén, Góngora nos recuerda que hay una forma, pero tampoco nos somete a ella desde el cenotafio que inspiró a los literatos del 27. Muy al contrario, mientras los rapsodas de antaño respetaban la forma hasta mudarse en un incómodo corsé, a los poetas venideros se les permitirá aventarla o recordarla. 

Por aquel entonces, el autor de Marinero en tierra había recibido sorpresivamente el Premio nacional de literatura y cinco mil pesetas que vinieron a su rescate económico y personal, y que recordaba con ternura en su renuncia al Premio Príncipe de Asturias como el verdadero premio. Elogiaba su Cervantes, y como creía que salvo el Nobel, nada podría superarlo, ni siquiera el premio de Asturias, prefería que se galardonase a otros autores. ¿Habría pesado su republicanismo militante? Sorprende que por la calidad de la obra, la Academia sueca no honrase al de Puerto de Santa María con el mayor galardón de las letras. Este premio que se distingue por ominosas ausencias, como la que nos ocupa, y clamorosos yerros, como cuando concedieron el Nobel de la Paz al mismísimo Hitler, es en muchas veces muy injusto y casi siempre políticamente correcto. Quizá su marcada orientación política y su enconada defensa de atroces dictadores como Stalin, le restase los votos que su poesía había ganado con creces.



Nunca disimuló el poeta sus amistades con el aparato comunista
  
Y acaba un primer volumen de su biografía, que merece toda una entrada consonante en cualquier caso con la magnitud de la obra de Alberti. He releído mucho su poesía y Marinero en tierra me sigue pareciendo lo mejor de una obra que no experimentó grandes altibajos. Todo de una calidad excelsa. Suenan el minutero de las últimas páginas, con el "Error Berenguer", la vuelta del exilio de Miguel de Unamuno que rememora otro destierro ilustre, como el de Fray Luis de León, con el "como decíamos ayer".Antes de concluir, una curiosidad ya que de la Universidad salmantina proviene también el dicho del recurso al pataleo. Imaginaos el frío que reptaba por el cuerpo de los alumnos en aquellas inmensas aulas, por lo que de vez en cuando se les permitía golpear el suelo con los pies a fin de ganar un poco de calor. Lo dicho, fue un placer leer los tres volúmenes. Volveremos pronto con él, y nos atreveremos a comentar algunos rasgos de su obra, más que los capítulos de su vida. En cualquier caso, los segundos y terceros volúmenes constituirán el cañamazo de estas futuras entradas. Guardando las distancias y mi retentiva, había que sofrenar las ínfulas poéticas que nos inspiraba el gaditano, a la vez que escribíamos sobre su vida. 


Comentarios

  1. Hay más casos de poetas que acabaron siendo buenos prosistas o narradores, por ejemplo, Saramago, que comenzó siendo un buen poeta y terminó siendo aún mejor novelista. Es complicado, porque ambas ramas de la literatura parecen proceder de distintos árboles, pero sí hay bastantes casos, lo mismo que de lo contrario. Yo creo que es más fácil pasar de la poesía a la prosa que al revés, aunque yo misma comencé escribiendo relatos y ahora compongo poesía.
    Respecto a que Alberti fuera estalinista, hay que verlo con los ojos de la época que le tocó vivir, la de su juventud sobre todo, ya que entonces o no se sabía o se negaba que Stalin fuese un genocida y muchos intelectuales y artistas eran estalinistas creyendo que abrazaban la mejor de las ideologías. Pongo por caso a Diego Rivera y a Frida Kahlo, y como ellos, tantos. No se concebía entonces ser comunista sin ser estalinista.
    Me ha gustado mucho esta entrada tuya, Sergio, ya que Alberti siempre fue de mis poetas favoritos y uno de los que leí con sumo gusto siendo niña aún, junto con Lorca y Miguel Hernández.
    Abrazos y feliz comienzo de semanita :-))

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por los comentarios. Fueron tiempos muy complejos y como dijese Álvaro Cunqueiro, todos nos imaginamos vestidos de héroes, pero la realidad entreverada de propaganda, muchas veces nos nubla la razón. Otros como Cunqueiro se limitaron a sobrevivir, pero si fuésemos poco indulgentes y repantigados en nuestros mullidos sofás, podríamos acusarle de transformismo ideológico. ¡Qué estúpidos seríamos, para hablar en igualdad de condiciones al genial gallego, deberíamos por lo menos jugarnos el pellejo! En cuanto a Alberti, tuvo episodios poco edificantes, como ese contratiempo personal con Miguel Hernández, que rechazó una velada de escritores antifascistas en un Madrid sitiado y de grandes estrecheces. Testigos dicen que Hernández observando el copioso menú escribió en una pizarra, otros que voceó “aquí hay mucha puta, y mucho hijo de puta”, recibiendo como respuesta un sonoro bofetón de María Teresa León. Entretanto, el frente en la propia ciudad, que vivió un severo racionamiento.

    Luego hubo mucho desconcierto entre los intelectuales antifascistas estalinistas cuando se firmó el pacto nazi-soviético, y había además otros muchísimos intelectuales de izquierdas, más próximos a Trostky, e incluso a la socialdemocracia y que renegaron del comunismo y especialmente de Stalin abiertamente. A mi con todo me sorprende la resistencia del estalinismo en algunas mentes muy brillantes y que ilustra por ejemplo, el disenso que produjo entre los comunistas franceses que Picasso le hiciese un retrato al dictador en el semanario de Las letras francesas. Te dejo una reseña por si quieres curiosear en este episodio http://www.elmundo.es/elmundo/2010/05/19/cultura/1274283692.html. Era para algunos escritores cuyo talento casi se puede aventurar que fuese infinito, mancillar la faz del tótem y una provocación. Recuerdo incluso un documental en el canal de historia, donde dos históricos comunistas se reprochaban mutuamente su posición a raíz de la polémica de la caricatura picassiana 50 años después de la muerte de Stalin, creo que por tanto en el 2003. Qué semejante nadería provoque tamaño maremagno, no deja de sorprenderme. Por cierto, tengo casi preparada una publicación con los tránsitos entre distintas ramas del arte y de la literatura. Muchas gracias, por demostrarme que el programa SETI es un absurdo, cuando hay tanta vida inteligente, muy inteligente y gran versificadora en la tierra;-))))))

    ResponderEliminar
  3. Perdona, no quiero ser en mi juicio en exceso severo. Es verdad que hay episodios en la vida de Alberti que no me puedan parecer muy edificantes, de hecho, otros escritores fueron más erráticos si cabe y jugaron al intercambio de chaqueta con suma facilidad, pero reconozco que pagó con un largo y penoso exilio. Si hubiese sido voluntario, le habría servido para tener un gran bagaje. En las mismas memorias recuerda como postales los amaneceres de su Puerto de Santa María desde un Buenos Aires inclemente, que le había recibido lloviznando casi perpetuamente. Para mi por méritos hubiese merecido un Nobel, quizá su perfil político demasiado marcado, le perjudicase.

    ResponderEliminar
  4. hola! que buena reseña y muy inteligente, nos quedaremos un ratito mas, venimos de argentina. besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, yo adoro a Argentina y a los argentinos. Cómo acogieron a la familia de mi padre, y en mis recuerdos de infancia siempre estará la voz de Gardel y de Julio Sosa. Por supuesto, el bandoneón de Piazzola y de Baffa.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que