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Antonio Rossas y el treinta y dos.



Me bamboleaba en el treinta y dos con una resaca literaria y de Hendrick´s; desde luego me había empapuzado de buena ginebra, por lo que parecía una marioneta aferrado a una de las barras de aquel autobús. Afuera el otoño del Retiro inflamado de colores ocres, inspiraba mis ideas que venían a ráfagas y por supuesto a tientas, tras la ingesta de alcohol. Porque todavía recordaba la conversación elevada de tono que había mantenido con mi profesor de portugués, Antonio Rossas, un intelectual de izquierdas, que si se me permiten señalar tachas ajenas, tenía enormes lagunas en nuestra literatura. Lastrado es verdad por muchos tópicos(1), pero me había afirmado sin embozo.- Desde hace un siglo o más, no ha nacido ningún autor español de renombre, Muna. Quizá Galdós, pero es demasiado popular. De los de ahora me gusta muchísimo Enrique Vila- Matas.

-          A mi también.- Le respondí con desgana.


Como un ángel caído del 2012, me presenté
en la famosa Edad de Plata de nuestra literatura
 Autor:Håkan Svensson (Xauxa)

En realidad, masticaba la frase anterior y le repuse casi enojado al cabo de un rato que muy al contrario, que los años treinta son los más dorados de la literatura española, nuestra Edad de Plata. Casi sin tabalear, le solté una miríada  de ilustres literatos - García Lorca, Juan Ramón Jimenez, Francisco Villaespesa,  Unamuno - y que incluso su admirado Borges había tenido  veleidades ultraístas en la España de la época. Es curioso, aunque bien podría ser que su opinión viniese condicionada por el argentino, que rehusaba de toda nuestra literatura y que sólo consideraba como buen escritor a su maestro Cansinos Assens ( ver reseña de los cafés de la época, con ese chambón que era Don Rafael). Borges condenaba igualmente por pretencioso a todo un Azorín, por sus contorsiones linguísticas y según su opinión Pío Baroja estaba sobrevalorado, el mismo que otro grande quiso ver en su lecho mortuorio. El ubicuo Ernest Hemingway una montaña de músculos, pelo cano y la dentadura pocha se asomó a la cama de su venerado Don Pío, que creyó soñar la presencia del que fuese futuro Premio Nobel o bien que las criaturas del infierno eran de esa guisa, ya que Hem tenía poco de celestial. Así me consumía en debates internos sobre la reciedumbre de nuestras letras, cuando me bajé en la calle Sainz de Baranda. Había notado un cambio en la humareda que desprendían unos coches clásicos. " Vaya  antiguallas, costará un pastón mantenerlos" me malicié, aunque un arrapiezo me sacó de dudas para mi asombro al instante. ¡¡¡No podía ser!!! 

- ¡Últimas noticias, se ha sofocado la Sanjurjada! ¡ Últimas noticias, caballeros, la rebelión ha sido derrotada!.- El joven pilluelo, embozado en su gorro clásico de repartidor de prensa,  porteaba una buena ristra de Heraldos de Madrid, y se desgañitaba para desprenderse de la mercancía.

Por supuesto, me tenté la ropa y me golpeé con los nudillos en mi testaruda cabeza.Qué me habrían echado en la maldita ginebra, dado que todo me decía que estaba en el año 1932. La publicidad de un cartel me sacó de dudas, ¿¿¿Coca cola en las farmacias??? ¿Cómo iba a salir de ese año para volver al mío? Azorado, se me ocurrió cogerle un ejemplar al muchacho que miró de forma extraña mis cinco euros. En el Heraldo aparecía la imagen triste de un Sanjurjo que se había rebelado de forma infame e infructuosa contra el Gobierno de la República. Un golpe rápidamente sofocado, y que acabó con el general de la mirada lacónica, en el exilio de Portugal. De pronto lo que se suponía que era un amigo, venía con los brazos abiertos, para saludarme efusivamente.- Vamos cachondo, que te llevo esperando un buen rato, luego decís de los cubanos que tenemos cachaza y que siempre llegamos tarde.- No sé porqué pero brotó de algún confín ignoto de mi mente la idea de que conocía al sujeto que me saludaba y que iba a publicar  una novela "de negros" (2)Él me había explicado su infumable argumento en algún lugar, porque el recuerdo estaba muy vivo en mi. A la narración la atravesaban infinidad de términos propios de Cuba, de modo que la lectura del borrador se me había convertido en una letanía demasiado especiosa. ¡¡No hay nada más plomizo que un escritor novel en busca de editor, demasiados fuegos fatuos!!!

Con todo, si no me confundo, quería denunciar cómo los americanos con una nube de leguleyos, dejó sin tierras gracias a artificios legales a una serie de negros que sin el recurso de cultivar sus propios frutos, se tornaban en una mano de obra barata - no hay nada como seguir el espíritu de la letra de una ley para obtener pingues beneficios. Mi amigo era expansivo, parloteaba con cachaza, y la musicalidad, ese swing que apreciamos en las novelas de Cortázar, lo arrastraba en cada una de las vocales. 


Mi amigo inesperado, Alejo Carpentier


- Vámonos al Correos.- Con fuerza me asió del brazo y me llevó consigo. 

- ¿Vamos a echar una carta?

- Qué gracioso, pero no hay tiempo que perder.- Casi sin resuello, sus trancos ágiles no me daban tregua. Y de pronto nos topamos con todo un Federico García Lorca que nos guiñó un ojo cómplice. Ora cantaba, ora recitaba, convertido casi en una starlette, quería conquistarme con su vehemente y arrolladora fuerza vital. Palmas por aquí, palmas por allá, su poesía tenía duende en medio de las densas cortinas de humo que se arracimaban en torno a las tertulias. - Venga, Muna, ponte la chalina, que debemos partir, vámonos..

- ¿Adonde, Alejo? - Me había salido el nombre de forma no premeditada, como si nos conociésemos toda la vida.

- A la Granja del Henar, que nos espera la vieja guardia.- Me aclaró mi amigo, que sudaba mientras las cervezas sumadas a las Hendrick´s, empezaban a ponerme en jaque. Allí nos enfrentamos a un Valle - Inclán en el cenit de su discurso. Disertaba grandilocuente sobre las cualidades del héroe, y nos exhortaba a que desafiásemos lo establecido. - Juan Belmonte supo vencer su destino.- Nos advirtió atribulado el esperpéntico gallego a todo el auditorio. Sus tiranos banderas nos hicieron sudar la gota gorda en el Instituto, si bien no alzo la voz con dicho asunto con el objeto de no trastocar el guión de la tertulia. Mi amigo Alejo me da un golpecito en el codo . - Vámonos. 

- ¿Ese era Manuel Bueno?
- Pues claro, Muna, qué te crees. Hoy estás muy raro, amigo italiano. Vamos, rápido.

En la próxima esquina zapateaba de impaciencia y con una sonrisa Don José Bergamín, que nos reprendía por nuestra tardanza y nos invitaba a entrar en no sé qué antro, estaba casi rodilla en tierra por el alcohol, y todavía quería el insigne poeta que nos tomásemos una cerveza o lo que se terciase, junto a la redacción de Cruz y Raya. Otra vez fuera, por las lastimadas calles de Madrid, habíamos salido a escondidas a fin de que Bergamín no nos demorase más con sus efluvios grandilocuentes relativos la amistad, porque todavía nos aguardaba la cripta del Pombo, santasanctórum de la palabra y en la que el ínclito Ramón Gómez de la Serna azuzaba su lengua para dejarnos sin habla. Había tumbado hasta al Conde Kessler, el Conde Rojo le llamaban por su propensión ideológica, rayana con el anarquismo. Era el último epígono de Nietzsche y considerado el mejor orador alemán. En un concurso de oratoria en el que les tocó por suerte disertar sobre una cafetera, cuentan que Gómez de la Sernael de las greguerías, tuvo que hacerse mandar callar por el jurado debido a su irrefrenable facundia. Estaba alucinado, el amor de la misma Colombine, la periodista que vivió de su trabajo en una época a la que a las mujeres las confinaban en sus casas. El rumor de que estaba amancebada con Blasco Ibáñez, su protector, la encendía hasta extremos inusitados. Ella sólo quería a la peonza de Don Ramón, su figura evocaba a una peonza.

- ¡Son casi las doce, Alejo!- se me ocurrió de repente.- ¡ Tengo que coger el treinta y dos! - No sé por qué, pero al subirme a aquel autobús de vuelta otra vez en Sainz de Baranda, me encontré con mi Madrid del año 2012. 



Súbanse al treinta y dos

Parece que aquí acaba la historia. Sin embargo, unas semanas más tarde, volvió a cargar con toda su hiel Don Antonio contra la insignificancia de nuestras letras.

 - Véngase conmigo.- Le supliqué, mientras me miraba a través de sus quevedos de manera patética. No era por supuesto un fantoche. - Se lo ruego, quizá cambie de opinión. - Esperamos al treinta y dos y tras cuatro paradas, volvimos a bajarnos en Sainz de Baranda. Todo había cambiado como la primera vez, y ante su asombro, le confirmé que estábamos esta vez en el año 1933. - Vayamos a toda prisa, que Alejo nos ha organizado una comida.

- ¿Qué Alejo?

- Alejo Carpentier, mi amigo.

- El escritor cubano, ¿Alejo Carpentier?

- Sí, ha triunfado con su primera novela, que le ha publicado la Editorial España y nos quiere resarcir de tanto préstamo y penuria que le ha acompañado.  

Desde entonces, el señor Rossas se ha convertido en un defensor a ultranza de la literatura española del último siglo, al punto que vino nuestro amigo señor Perkins rezongando contra los españoles, que si éramos brutales, incapaces de crear nada parecido a la civilización. Un inglés que viste puntillosamente, y al que las faltas de educación tan extendidas, le sacan de quicio. Soltó cada lindeza, que le pregunté al señor Rossas.- ¿Le damos una vuelta al señor Perkins en el treinta y dos? 

- Coja su paraguas, Señor Perkins, que nos vamos.- Le emplazó sonriente el luso, predispuesto a viajar a una época que ¡¡¡por fin!!! le parecía gozosa en términos culturales y de plena de ebullición intelectual. 


(1) España y Portugal son dos países que han vivido ignorándose mutuamente pese a la cercanía geográfica, los prejuicios y denostar lo hispano, ha sido una forma de defender lo luso con mucho celo. Qué Felipe II se hiciese con la corona portuguesa, por el lado de su madre, tras la debacle sufrida por un Sebastian I que murió en Africa, y que Camoens, el gran poeta luso, convirtió en sus famosas Lusiadas en uno de los más grandes mitos de nuestro país vecino. Dado que la leyenda decía que el cadáver del monarca en la contienda era el de un impostor, Camoens propuso que el nuevo renacimiento de la patria portuguesa vendría con la aparición de aquel Sebastián perdido en las nemorosas tierras del continente negro. Hasta Fernando Pessoa estuvo cautivado por aquella idea y formó parte como uno de sus miembros más vehementes del movimiento nacionalista, La Rinascenza, que albergaba profundas convicciones que con el resurgimiento cultural que había experimentado Portugal a comienzos del siglo XX, sólo faltaba la llegada del caudillo. No creemos que pensasen en el profesor Salazar.


(2) Nos referimos por supuesto a Écue- Yamba- Ó que es una novela meritoria que nos avanza al gran Alejo, pero que todavía no iba a producir esa literatura mágica por la que el cubano se convirtió en un clásico contemporáneo sin excusas ni paliativos. A todos nos ha sorprendido su literatura exuberante, que ha hecho las delicias en nuestras tardes invernales, arrebujados con una manta, y en la que evocación de aquellos paraísos nos traía un ápice de calor. 

Comentarios

  1. Un delicioso paseo, el que haces amigo Sergio, por la literatura y los literatos de principios del silo XX, que nos traslada esa época en la que un escritor era más que un escritor, era todo un personaje; ahora los personajes famosos solo se encuentran en los platós de la televisión, hablando a gritos y dispuestos a enseñar "las tetas o el culo"
    Un gran placer leerte. Un abrazo.

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  2. Muchas gracias,Servilio.Gran parte del relato, por no decir toda, se basa en las vivencias del gran Alejo Carpentier que venia de París y decia que si bien era la me da artística,Madrid acumulaba figuras literarias que por cantidad y calidad,era inigualable.Nos seguimos leyendo y espero tus epopeyas rurales,mientras leo tus bellos haikus

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  3. Y estoy de acuerdo,hoy impera el retruecano altisonantes en la caja tonta.Qué no nos quiten nuestra sesión de radiación catódica diaria.

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