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Obuses y rimas

" Se puede quemar todo menos la nostalgia, la llevamos en el color de los ojos, en cada amor, en todo lo que profundamente atormenta y desata y engaña" Rayuela, Julio Cortázar


Infancia de Julio Cortázar


Resaca de obuses y llamaradas develadoras sirvieron de parabienes en el nacimiento del retoño de los Cortázar, allá en el año 1914. Los soldados del Kaiser habían irrumpido sorpresivamente en Bélgica de acuerdo a la ofensiva diseñada por el Plan Schlieffen(1). En nuestra pequeña historia familiar de los Cortázar, este hecho aventó la plácida estampa del nacimiento del pequeño Julio. Unas semanas más tarde, la Wermacht desfilaba delante de los ventanales de la casa familiar, pero los Cortázar habían partido al exilio comenzando un periplo por Suiza, que les llevó a la Barcelona de Gaudí. Tras muchos años, el gran literato resucitaría las mayólicas del Parque Güell gracias a la ayuda de su madre, María Herminia Descotte. Ambos arrastraban las erres – su madre era francesa – y Julio había vivido mucho tiempo en Francia, lo que hacía de sus voces una extraña mezcla de argentino afrancesado.   

Los pesquisidores y el misterio, buena parte de las llamaradas
con las que alentaba nuestra imaginación, Don Julio


Quizá aquellos dejos belísonos de la cuna, en pleno corazón del infierno belga,  vacunaron a Don Julio de cualquier tentación destructora con la que nos seduce el mundo moderno y desde entonces, con semejante bautismo habrían de nacerle las fuertes convicciones pacifistas e internacionalistas que profesó toda su vida. Como remarcaba, sin renunciar a la riqueza del individuo que se desarrolla en diferentes caldos de cultivos, que consideraba innegociables frente a esta tendencia homogeneizadora que ya observaba el literato en su tiempo. Mucho se ha escrito también de la figura efímera del padre de Julio Cortázar, al que algunos le endilgaron el espeso traje de diplomático, mientras otros expertos en el cuentista, divagaban sobre su formación jurídica. Pero como el propio interesado había aclarado en algún momento, era cierto que formaba parte de la legación argentina, si bien sus tareas guardaban más relación con el tedioso ámbito económico. 

El caso, es que esta parte de su historia se adentra en las leyendas familiares. En medio de la nebulosa y de unas descripciones parciales de su madre, reconstruirá la figura paterna que pululará como una malhadada ausencia. En parte habrá de condenar a toda la familia a una existencia llena de estrecheces, en la que el propio novelista aduce su renuncia a una formación universitaria ( fue profesor de primaria, pero por aquella época en Argentina no se consideraba formación universitaria y con gracia, definía su profesión como la de un hombre orquesta o renacentista, tocaba de todo y de oídas, desde instrucción pública a física de los átomos). El mismo se pregunta si su soledad premeditada es una respuesta a la ausencia de la figura paterna. 

 Evocaba con cariño su Banfield de juventud, donde crecerá el genio y donde se ciernen por la noche las sombras del tango, el amor y el pillaje. Si se descuidaba el viandante, personajes de malvivir podían tanto desvalijarle como sorprenderle con un canto demoníaco. Aquellos personajes que se movían a caballo, las carretas levantando la murria de caminos sin pavimentar, y los perros danzando a sus anchas, más que resabiados para no acabar en las planchas de las cocinas de carbón, sembraron de miedos sus infancias y de mucho pintoresquismo.   Comprendemos que en aquel magma van a ir rebullendo las fantasías que nos fascinaron a sus lectores.


Portrait of Charlie Parker in 1947.jpg
Soñaba con reencarnarse en el jazzman Charlie Parker.
Su literatura tenía sin duda el swing de Parker.

El joven Julio, ante tanta asechanza, se confina en su casa a menudo  a leer de forma febril, casi de forma vampiresca como alguno de sus protagonistas futuros. Tanto se embebe en los libros o garabatea algunos poemas, bajo la influencia de la traducción que hiciese Blanco Belmonte de las obras de su adorado Edgar Allan Poe
(2), que Doña María Herminia le lleva a un médico que le recomienda “dejar de leer” y baños de sol. Al cabo de unas semanas, la madre  con buen juicio,que observa ademas a su hijo con cara de acelga y del todo enojado, levanta la prohibición de la lectura, a cambio de que se pasee por el patio de la vivienda familiar para que el sol prenda en sus carrillos.

Otra de las decepciones, aparte de las primeras muertes, sería la de que su madre desconfiase de él, en un episodio familiar que todavía revivía con marcada nostalgia Don Julio. Explicaba con rubor nada complaciente, que en una requisa dado el carácter anómalamente huraño del chiquillo – de unos nueve o diez años- pues eso, su madre le cogió unos folios escritos.  Un tío suyo al enseñarle el manuscrito la pobre de María Herminia lo calificó por el estilo completamente de escritor maduro, de una burda copia de algún clásico. A pesar de que el pequeño juraba y perjuraba que eran de su cosecha, la madre alegaba que era imposible. Recordemos que el pájaro de su padre había volado, lo que acrecentaba más el dolor de niño, cuando sentía que le fallaba también su madre, en un papel que nos recuerda a Marcel Proust, que aguardaba el beso de su madre o al Felix Krull de Thomas Mann. Aquí dejamos en la infancia, que será clave para conformar el universo tan rico de Cortázar, para rellenar otros instantes de su vida llenos de curiosidades. Un  tipo, que quiso reencarnarse en Charlie Parker y nos llenó de sueños la cabeza con sus relatos, o de anhelos. ¿Quién no ha amado a la Maga de Cortázar?

 (1) La violación del territorio belga que se considera la causa de que Gran Bretaña entrase en la guerra, y lo que en palabras de Sebastian Haffner lamentó como una espiral que abocó a toda Europa a la guerra mundial (Haffner, la conciencia crítica de Alemania, que señaló que su país mostró suma torpeza al violar el territorio belga).

(2) Más tarde, su entrañable amigo Francisco Ayala, le ofrecerá la famosa traducción de las obras completas de Edgar Allan Poe al español, lo que le permitirá ya no como un espejismo vivir de su trabajo de "escriba", pues Cortázar comienza a encadenar una serie de éxitos y da pasos de gigantes en el mundo editorial. Pero el escritor argentino evoca como una tabla de salvación, aquella petición del gran Ayala, pues malvivía con parvos ingresos. Este trabajo le permitió también enfrentarse con uno de sus monstruos literarios, aparte de Julio Verne que releía de vez en cuando, y rememorar el Banfield donde por primera vez abordó al novelista americano

Comentarios

  1. Excelente artículo, amigo Sergio, en el que nos conduces a esa infancia un tanto triste y solitaria del gran Julio Cortázar; y como bien me decía un día el compañero ya desaparecido Pepe García Resille "la patria es la infancia"
    Saludos, amigo.

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  2. Muchas gracias,Servilio.Curiosamente o quizá no tanto porque como decía tu amigo,la infancia es nuestra patria,si lees algo minuciosamente a este grandísimo escritor,Banfield con sus asechanzas deja un poso inconfundible.Rayuela es sin duda una de mis novelas favoritas.¿Quiem no se enamoró de La Maga de Cortázar?

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