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Mostrando entradas de marzo, 2016

"Nostradamus" Napoleón despierta a América y Rusia

De sobra son conocidas las mañas del general corso en el campo de batalla: gran estratega hasta que se topó con el Duque de Wellington , había cosechado sin embargo a lo largo de una dilatada trayectoria bélica, muchos sinsabores ( los laureles postraron a toda una poderosa Europa). Como la perdición de divisiones enteras que después de tomar Moscú , se batieron en una retirada que el General Invierno y el desorden de las tropas, convirtieron en un reguero de muertes. Nadie entendió el caos que prendió en las filas del gran ejército francés; la murria que acogota a las masas cuando luchan desesperadamente contra la grandes dimensiones inasibles de la naturaleza rusa, quedaron fielmente reflejadas en la magistral Guerra y paz de Tolstoi . Sin quererlo fueron un precedente de las tropas nazis, que no escarmentaron a pesar de la tozudez de la historia, que nos desvela muchas enseñanzas conservadas en formol, pero audibles para quien las quiera escuchar, pese a que sus reverberos se

Yo también amé a Ava Gardner

Infamantes ojos verdes de Ava Gardner que suplicaban ser amados e invitaban  al pecado en un país, que aún se debatía en una larga posguerra y en un carrusel de penitencias. Lugar de crisantemos, gasógenos, cartillas de racionamiento, y contención. Por eso en Madrid todavía rememoraban la estela del Buick azul de Manolete como si fuese la cola de una nave espacial, no vano, los transeúntes se paraban en seco, para admirar el venero de su chapa metálica en pleno Paseo de Recoletos . La economía entretanto había cobrado lentos impulsos tras el delirio de la autarquía gracias a que el Plan de Estabilización , que trajeron los tecnócratas de López Rodó , comenzaba a rendir frutos ( asimismo trajeron las bases para la posterior crisis bancaria).Se entiende entonces que la llegada de Ava Gardner en los años cincuenta fuese como un ciclón. La estampa de una mujer con sus curvas y labios suculentos, nada desdeñosos, que se paseaba garbosamente y se dejaba ver en los tendidos, despertando l

El espejo de Joseph Vincent

Lo reconozco, uno de los pasajes de la historia del arte más desternillantes que he leído, salió de la pluma inefable  del articulista Luois Leroy . Un periodista de edad madura, ocurrente, barba fosca y con algunas hebras canosas. Tenía unos descuidados anteojos mancillados por sus propios dedos, y sin embargo siempre iba con un perfecto terno y una corbata de lazo (de trébol como se decía en la época, para espantar a las parcas y que pasasen de largo). En sus años mozos había perdido el tren de la bohemia, cuando con maña abordaba algunos retratos, pero le fallaban aquellas últimas pinceladas que avivaban  los elementos de un lienzo, para que buscasen en el observador un átomo de sorpresa. Era uno más de la legión de pintores que pastueños dominaban el catón de esteticismo clásico. Como artista frustrado y algunas nociones de arte, le fue encomendada la tarea de realizar las crónicas relacionadas con el ámbito de las musas  en su rotativo,  Le Charivari . Tampoco desdeñaba otros

Sed de mal

No nos producen muchos desvelos las alabanzas y pleitesía poco disimulada, que rinden  a menudo   a delincuentes consagrados al mal,  algunos actores del  star system   hollywoodiense . Sin casi embozo y con aires de francachela, se disfrazan de reporteros para acercarse al mito encarnado por un tipo, que no deja de ser un diablo que condena a su comunidad a la marginalidad. Pero estos presuntos  benefactores  se han enquistado en sociedades como la mejicana. Con una mano   otorgan  una limosna con la que pretenden justificar la riqueza que quitan con la otra, no sólo material sino de un futuro de posibilidades que acaba discurriendo indefectiblemente,  con el recurso de la violencia, por el mundo de los bajos fondos. Como le ocurrió al propio   Alfonso Al Capone   Scarface  que llegó a convertirse en uno de los iconos norteamericanos del siglo XX . Su cicatriz, a la postre su seña de identidad, fue consecuencia de   una reyerta por una mujer que se resistía a sus encantos, y que pro

La cumbre de las sillas de ruedas

Podríamos hablar de la montaña rusa en la que nos sume la cotización del crudo, que nos llena de desasosiego a los economistas, y que está provocando ríos de tinta a fin de desentrañar los verdaderos hilos que provocan estos vaivenes. O quizá nos resultarían más interesantes las encendidas polémicas que genera el alto grado de contaminación de las denominadas energías sucias y su malhadada contribución al cambio climático, que de cualquier manera han justificado un reguero de subvenciones a las tecnologías renovables, que en más de un lugar han puesto en jaque a los respectivos  sectores energéticos . Sin embargo, más que el comportamiento del mercado del petróleo o los importantes asuntos medioambientales que se deriven de su uso tan intensivo, queríamos hablar de la irrupción del crudo en las sociedades modernas. Un  tema extraño murmurará algún lector, carente de romanticismo pero que en cualquier caso nos va a sorprender por el marco de pensamiento tan diferente con el que fue a

El astrólogo de Vermeer y los degenerados

Habíamos dejado a   Philippe Pellegrini   con sus tribulaciones amorosas y los preparativos de la redada contra la banda especializada en tráfico de arte, que habrían de desvelarle toda la noche. Aovillado en la cama y aferrado a la almohada como si fuese la cintura de la inspectora   Antoinette , sueña sin embargo con la comedida   Rose Valland , una heroína que había iluminado sus ilusiones de adolescente. Mientras su hermano mayor Aldo complementaba su bicicleta con el fin de emular al ciclista Gianni Bugno , la hormiguita de Philippe compraba libros de arte con los trabajillos que le surgían esporádicamente. Recorría de manera  piadosa y a escondidas los mercadillos de libros de segunda mano parisinos, donde se topó con un perturbador Samuel Beckett que se daba réplica a si mismo. El ayudante del gran James Joyce ,  que era una celebridad  gracias a Esperando a Godot,  se había convertido pocos meses antes de su muerte en una ruina física, que peroraba con su sombra sobre lo ab

Tambores de guerra en el Capricho

De las flacas veredas del Parque de El Capricho , el caminante machadiano o no, adivina las fumarolas que a modo de respiraderos delatan las entrañas del búnker.  Heridas subterráneas que sorprenden debido a la premura y a la calidad con la que se construyeron. Nada tendrían que envidiar acorde al juicio más certero de los expertos a las primeras hechuras del Bunker de Berlín , donde Hitler vivió sus últimas y desesperadas horas, y que se comenzó a construir en el mismo año que el nuestro, 1936-1937. Así, mientras discurrimos por la avenida principal, antaño abandonada y escenario de hilarantes películas, llegamos al palacio donde algunos incautos creen observar un movimiento ligero de  cortinas, como si una presencia turbadora tirase de ellas. De forma más o menos similar, una crónica de los años 50 poco compasiva con la figura del General Miaja , al que se le presenta como el espectro que puebla un edificio fantasmal, lleno de la murria y del polvo del olvido, alentaba la imagina