Ir al contenido principal

El alzheimer de Paris y la manzana de la discordia

A los cristianos, la manzana fementida, nos evoca al objeto de la discordia en el Paraíso, cuyo disfrute nos despojó de él. Veleidosa Eva, a la que achacaremos nuestra forma insidiosa  de ganarnos la vida, esto es, a que debamos sudar la tinta gorda para ganarnos el sustento, en vez de que éste llegue caído del cielo. Pero parece un mito que se repite como otras "fábulas" de la cultura occidental y porqué no de la universal (el gran diluvio o los cometas que parecen carros de fuego, también las historias  de los tres dioses de los belicosos higüey, que nos recuerdan a la Santísima Trinidad) tienen ese dejo místico que nos hacen razonar de forma trascendente, con relación a un pasado común.

Otro caso de la manzana fue el que protagonizó el inefable Paris, causante de desdichas para buena parte de los troyanos, que se vieron envueltos en una guerra por culpa de los amores del hijo del rey. Recordemos que hasta el descubrimiento de Troya, los historiadores creyeron que todos los relatos relacionados con esta  ciudad del Asia Menor, fueron ficciones del gran Homero. Pero el tendero, como se le llamaba despectivamente a Heinrich Schliemann, interpretando literalmente los textos del gran poeta, llegó a encontrar su localización en la colina de Hisarlik tal y como nos cuenta National Geographic en este artículo . Tras este inciso volvamos a Paris y su dilema, en este caso trilema como decimos los economistas que se le presentó encarnado en tres diosas ( otra vez la Santísima Trinidad). Imaginemos una de esas tardes perezosas, en las que el tiempo muere lentamente en la yema de nuestros dedos y en las que cualquier ocupación nos llena de tedio. 



De Jacques-Louis David - Desconocido, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=54541
Helena y Paris, tras la Guerra de Troya


Súbitamente aparecen, como decíamos, las tres diosas: Hera, Afrodita y Atenea. El joven, sorprendido, no sale de su arrobo hasta que Afrodita la más lanzada, le espeta.- ¿ Te has quedado como una estatua, muchacho?
- Es que, es que.- No arrancaba por irrupción tan inopinada.- ¿ A qué se debe este honor? Nunca antes me habían visitado tres diosas a la vez. 
- A ver, cómo te lo explico.- Se abalanzó Hera, desprendida de cualquier signo de vergüenza.- Estábamos en la boda de Tetis y Peleo.
- ¿ Y no me digas que acabasteis peleando? Por Peleo.
- No hace gracia, Paris.
-Porque Eris, la diosa de la discordia, que Zeus la tenga en su seno. Pues la muy eso.- Se contuvo Afrodita.- Arrojó una manzana de oro con un mensaje "para la más bella", que por supuesto soy yo.
- Chicas, no os peléis.- Advirtió conciliador Paris.
- La belleza interior también cuenta, engreída.- Apreció Atenea, con sus ojos sabios. - Pero el caso es que Zeus decidió que tú eligieras a la más bella.
- Será, ca...- Rezongó para él, pues el hijo del Rey de Troya se resabió dado que tendría que disputar con esas tres arpías, que seguían hablando y casi llegan a las manos. Con lo a gusto que estaba tocándose las pe....nosas uñas, que se tendría que arreglar. Era muy coqueto. Parecía un águila con las mismas tan crecidas.


De Sosias (potter, signed). Painting attributed to the Sosias Painter (name piece for Beazley, overriding attribution) or the Kleophrades Painter (Robertson) or Euthymides (Ohly-Dumm) - User:Bibi Saint-Pol, own work, 2008, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3574713

- Si me eliges a mí, yo te prometo la gloria, Paris.- Proclamó Hera.- Si me eliges a mi, claro.
- Yo te prometo la sabiduría, querido Paris, con ella podrás tomarte la vida con más filosofía.- Le ofreció la muy sabia Atenea.
- Nada comparado con que la joven más hermosa te ame solamente a ti.- Le espetó Afrodita, que le puso una cara risueña.

Como sabemos, Paris, no en vano, es la ciudad del amor, eligió a Afrodita, y gracias a su ayuda raptó a Helena - la más hermosa- esposa del rey de Esparta, Menelao. Así comenzaría una guerra que tuvo el conocido final del Caballo de Troya.


Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=666131
Heinrich Schliemann, descubrió la mítica
Troya

Y en la elección de Paris, resuenan en nuestras mentes la estulticia que como señalaba Eduardo Galeano, nos acerca al troyano, que igual que todos, se decantó por la belleza: 


"El médico brasileño Drauzio Varella ha comprobado que el mundo invierte cinco veces menos dinero en la cura del mal de Alzheimer que en estímulos para la sexualidad masculina y en siliconas para la belleza femenina.

De aquí a unos años —profetizó—, tendremos viejas de tetas grandes y viejos de penes duros, pero ninguno de ellos recordará para qué sirven." 

Los mitos se repiten, y Paris de haber llevado una vida placentera en nuestros días, hubiese padecido Alzheimer con el pene duro, por supuesto.


Comentarios

  1. Genial, amigo Sergio, un gran artículo, muy ameno y, hasta divertido, un gusto leerlo... y me alegro en coincidir en lo de
    Schliemann, pues mi último poema que se titula "Hisarlik", trata de esa obsesión, de el "tendero" como tu dices, en la búsqueda de la Troya homérica, y que al final encuentra, o al memos algo que se le asemeja mucho... Ojalá que hubiera muchos tenderos como Schliemann... Un placer leerte.
    Un abrazo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por supuesto, maestro, nos harían más falta más Schliemann, y su poema Hisarlik es una gozada para los sentidos y un deleite para los amantes de la historia.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que