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Mostrando entradas de noviembre, 2017

Los ricos también lloran

I sabel, Isabel, te llamo y no me contestas.- Quejicoso le salía un hilo de voz al provecto hombre que venteaba aquellas cuitas al espacio de nadie. Solitario vagó por la remembranza de sus palacios. ¡Qué fue de l os valses dulzones de la gran sala, donde brillaban las charreteras del viejo emperador, él mismo! Parecía que ella todavía le sonreía allí, bajo la lámpara de araña maravillosa que como Aracne tejía el tiempo y lo paraba para aquellos que se refugiaran bajo su protección. Recordó entonces cómo en la lontananza la camarilla del emperador vigilaba a su majestad, y crearía ipso facto una cápsula de seguridad para velar cualquier amenaza. Caprichoso tiempo, que había tornado su rostro en un pergamino e hizo que ella se fuese de forma tan acre. Francisco José I de Austria nunca había sido coqueto, salvo al toparse con una linda Isabel, princesa rebelde de una hermosura indecible. Mientras giraban en la gran sala, el mundo se convertía en un espejismo ajeno a su amor. Nu

D´Annunzio y los Arditi

"L a muerte está aquí...tan hermosa como la vida, embriagadora, llena de promesas, transfiguradora."  Habla Mario Carli , para hacer un coro de murmullos.- S i podéis mirar a la cara a los seiscientos cincuenta mil compatriotas muertos en la guerra, y no sentir vergüenza, volveréis a vuestras casas sin peso alguno a rastras. Pero si os duele un poco su sacrificio, recordad que ellos dieron la vida por la patria y se preguntan a qué estáis dispuestos vosotros.- Un círculo de camisas brunas rodeaba al excombatiente de la guerra, de palabra audaz. Durante la contienda, Los Arditi (1) como tropa de choque había alardeado de una violencia inusitada, con el fin de causar pavor entre sus enemigos austriacos; repitieron la escena en la que empuñaban sus puñales junto a unas sonrisas fieras, previa a cualquier embestida contra las líneas rivales. Ahora, cuando los rescoldos de la batalla todavía humeaban, y la paz no había sido suficiente para calmar su inquietud, rodeaban en busc

Gardel, la muerte no es el final

S u expresión mudaba con los cirujas, maulas, otarios o perdularios que se aferraban a un viejo esmoquin como brillo de un pasado de éxito, que se perdió en los anales causados por las desdichas .  Se apoderaban de él con nocturnidad en todos y cada uno de sus shows, que le removían las entrañas para dejarlo exhausto. Las minas eran  estrellas inalcanzables,¿ quién no se ensoñó con  Madame Ivonne ? Han pasado diez años que zarpó de Francia, Mamuasel Ivonne hoy solo es Madam… La que va a ver que todo quedó en la distancia con ojos muy tristes bebe su champán. Ya no es la papusa del Barrio Latino, ya no es la mistonga florcita de lis, ya nada le queda… Ni aquel argentino que entre tango y mate la alzó de París Aquellos personajes cobraban vida en su interior, y el cieno del arrabal, con las notas sincopadas del bandoneón se convirtieron en poesía. Por eso cuando el avión que les transportaba chocó con otra aeronave antes de despegar en Medellín en el año 1935, segando la vid

Extraños en un tren.

N uestra conversación giraba un día sobre el tópico de las adaptaciones de obras literarias al cine. Ontiveros, actor de vocación y a ratos, cuando su profesión de financiero le permite mutarse en intérprete, oreaba cabizbajo monosílabos pues aparentemente defender a los gigantes del celuloide frente a la literatura, o siquiera un libro, comportaba una derrota antes de esbozar más de dos palabras seguidas ( quizá Kafka pensase en tipos como él en la metamorfosis) . Suele ocurrir que normalmente las adaptaciones si no se hacen con mimo, acaben en catástrofe. Sin embargo, a vuelapluma, recuerdo que en aquella tarde de cielos de color cerúleo como el rostro de mi alicaído Ontiveros, sacamos a colación dos estupendas adaptaciones ( las hay a discreción, pero se nos ocurrieran aquéllas, por ejemplo podríamos agregar Matar a un ruiseñor con un arrebatador Atticus Finch/ Gregory Peck , A sangre fría, El Halcón maltés , la lista sería interminable no cabe duda ). La maravillosa adapt

Quévedo contra Góngora

S almodiaba en un sesteo infinito, el gran Rafael Alberti a propósito de los vectores que habían inclinado su poesía, y no recelaba como otros autores, de su etapa gongorina. La esplendorosa Generación del 27 había surgido del recuerdo del poeta cordobés, que en nuestros años mozos nos desoló con sus cultismos, hipérbatos y Polifemos, que nos abrumaban. ¿ Alguien se acuerda del Anacreonte, palabra que nos persiguió en nuestras pesadillas más inextricables? El paso del tiempo luego todo lo cura. En el caso del gaditano, no desdeña aquel pasado, pues le ayudaron a recuperar el gusto de las palabras, cultismos, que caerían en desuso en la lengua común, aunque cobraron nuevos aires en sus versos. Esta labor de descubridor de grafemas, ya la mostró posteriormente un ilustre extremeño como Andrés Trapiello , que nos dejó más que enganchados con sus Armas y las letras (1) , noqueados. Trapiello afirmaba casi sin resuello - es un conversador profundo y de largas distancias, de ahí que el r

El Ruiseñor

D os hermanas en el parteaguas de la historia en que se convirtió Francia en los años cuarenta. La mayor,  pudorosa y prudente, frente a la hermana impetuosa joven que quiere cortar las hierbas frescas antes de que se agosten. Esta última sigue una singladura poco recomendable: de un colegio a otro, porque no se resiste a las convenciones de una sociedad que busca como buena casamentera, educar a las mujeres en los valores de la esposa sumisa. Pero de pronto todo aquel mundo de cartón piedra se desvanece, cuando los tanques de Guderian con sus orugas resonando como ecos de una destrucción voraz, irrumpen en las Ardenas, escamoteando por supuesto a la reluciente Línea Maginot el protagonismo que le había reservado presuntamente la historia . Y gracias a la Guerra relámpago , la Wermacht está a punto de acabar en mayo con las tropas inglesas y francesas en Dunquerque, para poco después ocupar la capital, París. Antes como sabemos, el Mariscal Petain abandona su cometido en la legac

GH Evolution

"E n diciembre, en diciembre " Habían reverberado como un eco las admoniciones de su amigo,  El Astrólogo . Para esa fecha cambiaría el modelo de Gran Hermano , cuya nueva evolución espiaría en la oscuridad. No en vano, esa última beta estaba dotada con un sistema infrarrojo,  y la penumbra no se convertiría en el antaño refugio que salvase a aquellos súbditos, que no supieran esconder sus emociones. Porque como su amigo Milan Kundera había dejado constancia en una de sus novelas, la tristeza era sintomática de oposición al amadísimo líder . No era suficiente de todas maneras, ya que también una broma mal entendida te llevaba a un campo de reeducación como al personaje del checo de la obra homónima ( La broma) ¡ No hay quién que se aclare con esto de los regímenes totalitarios! En esto pensaba Winston que en la oscuridad ensayaba carantoñas con las que representar una felicidad  abrumadora . Pronto se tendría que acostumbrar a despertarse con la sonrisa incluida. Cuando

Las lágrimas de Dido

U na gota brotó inesperada de los ojos de Dido . La reina tumbada en un diván, no daba crédito a aquellas luchas bárbaras a muerte, que se dieron en Troya . Le habían llegado rumores cantados por bardos con liras, pero aquéllos pecaban de excesos, con el fin de aflojar las bolsas a los  espectadores incrédulos de sus  pláticas.  Todo debido al desenfreno de Paris , que había raptado a Helena sin pensar en las consecuencias. Bueno, era más difícil de explicar, pues tres diosas insidiosas, se tapó la boca la hermosa Dido al idear tan sencillo ripio. Las tres divinidades habían tentado a un imberbe Paris , que cayó en las redes más carnales de Afrodita . Menelao , el marido burlado de Helena, reclama entonces venganza y todos se abocan a la sinrazón de la guerra .- Por una mujer, querido Eneas, la historia de siempre. - Los hombres somos capaces de llevar a cabo cualquier tropelía por el amor de una mujer, querida Dido . Pero el espartano había sido burlado en su honor.- Se le escap

Los pasadores.

É ramos tres en la partida, supuse que camaradas, puesto que Ander, un vasco francés de cara abarquillada, nos dijo que esperásemos en aquel establo, al calor de las vacas, que echaríamos de menos en lo sucesivo. Una cosa que a priori resultaba difícil de barruntar cuando llevábamos encerrados tres días. A los sonoros y olorosos cuescos de las bestias, las pajas que se te clavaban por doquier, se sumaba el tiempo que había parecido detenerse en una redoma tan estrecha. Según nos había contado nuestro anfitrión, vendría un individuo, un passeur,  a recogernos para comenzar la partida- No os comáis las provisiones. Están pensadas para varios días. Podéis ordeñar las vacas y serviros la leche. Pero no salgáis nunca, salvo en caso de incendio. Uno de mis compañeros de fatigas de aquella larga clausura, que portaba los quevedos a lo Trosky, aburrido, nos soltó toda una disertación acerca de las vacas como animales sagrados en la India. Avivó sus ojos saltones antes de comenzar el tole t