Ir al contenido principal

Brecht y el terror nazi

Se zampó la pelota de papel donde venían las explicaciones, como si fuese un suizo ¿ No era suizo el científico ése? No, había trabajado en la Oficina de Patentes de Berna, pero era tan alemán como ellos, le advirtió el más parvo de los dos científicos. Al mayor, le había parecido que un halo de no sabía qué, había entornado la puerta, y le había desconcentrado ¿ Y si fuese un oficial de la SS con el traje impoluto de Hugo Boss? Como se suele decir, se le había ido el santo al cielo, pues imploró sagaz que "un momento, la puerta no se ha movido". Más cómodo pero con el miedo bosquejado en un sinfín de intuiciones, musitó a su compañero -Explícame lo de las ondas gravitacionales, Herbert-Con una sonrisa, el engendro mostró la boca hecha trizas.

De Photograph by Orren Jack Turner, Princeton, N.J.Modified with Photoshop by PM_Poon and later by Dantadd. - Esta imagen está disponible en la División de Impresiones y Fotografías de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos bajo el código digital cph.3b46036.Esta etiqueta no indica el estado de copyright del trabajo adjunto. Es necesario una etiqueta normal de copyright. Para más información vea Commons:Sobre las licencias.العربية | čeština | Deutsch | English | español | فارسی | suomi | français | עברית | magyar | italiano | македонски | മലയാളം | Nederlands | polski | português | русский | slovenčina | slovenščina | Türkçe | українська | 中文 | 中文(简体)‎ | 中文(繁體)‎ | +/−, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=925243
El genial científico judío


-Es ciencia judía.-Le advirtió el otro, que estaba temblando.
-Habla más bajo.
-No puedo.
-Nos van a descubrir, amigo.
-Yo no puedo hablar más bajo, mi voz no es cuántica. -Bisbiseo Herbert al veterano.- ¿ Lo has entendido, Jürgen?
- No, pero bueno ¿Dime si las ondas gravitacionales existen?
- Es el genio de los genios. 
- Calla, de verdad, que es judío y se me hiela la sangre de que sólo lo pienses.- Dejó en suspenso con una pausa lo que iba a decir, y nos quedamos todos con la incertidumbre.- Nosotros afortunadamente tenemos a Heisenberg, que está a su altura.
- Pero si Einstein también es alemán.- Protestó en voz casi inaudible Herbert.
- No del todo.- Repuso Jurgen, que se sobó su arrugada nariz, como si le resultase demasiada osada la impostura. Él no era nazi, ni lo quería ser. Si bien, la propaganda de Goebbels como cantilena sin freno, se les metía en la cabeza hasta asumir sus sandeces. - Además, tenemos a papá Heisenberg, que no es moco de pavo. El Principio de Incertidumbre de Heisenberg es una pasada ¿ O no, Herbert?
- Eso es verdad.
- Además, si quisiera construir la bomba atómica, que él perfectamente podría(1). - Se pavoneó Jurgen, agarrándose las solapas de su chaqueta. 

Aquí acabamos esta estampa, con alguna licencia,  que nos  inspiró el gran Bertolt Brecht y su magnífica obra de teatro Terror y miseria en el Tercer Reich. Una pieza mítica por cuanto fue confeccionada al mismo tiempo que se producía el exilio del dramaturgo  alemán, que huía por supuesto de las hordas nazis. Se añadían pequeños entremeses sin otra trabazón que la de referirse a la vida repleta de congojas de los ciudadanos de la Germania Nacionalsocialista. En cualquier caso, Brecht hace una semblanza descarnada de sus compatriotas. Desde el obrero confianzudo que cree que tiene trabajo y que eso es sin duda lo más importante. Hasta los científicos que se mueren de ganas por desvelar las conclusiones de Albert Einstein acerca de las ondas gravitatorias como se llamaban entonces, pero a los que el terror les atenaza. ¡Einstein es judío y las paredes oyen! Peor es volverse nazi sin darte cuenta, como le pasa al protagonista de nuestra entradilla. Por cierto, en su momento hicimos un artículo sobre la demostración de que las ondas gravitatorias de Einstein son una realidad .


De Bundesarchiv, Bild 102-14468 / Georg Pahl / CC-BY-SA 3.0, CC BY-SA 3.0 de, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6591457
Los nazis tenían muy poca gracia.



Retomando la obra del alemán, maldita la gracia que nos hacen estos entremeses, pero es verdad que el teatro épico(2), nos presenta situaciones que han de provocar por fuerza nuestra hilaridad. Roza lo macabro la escena de los familiares que reciben los restos de un ser querido suyo, y a los que el pavor no les permite abrir la tapa del ataúd. ¡ Algo habría hecho! En fin, una pieza para adentrarnos con humor en los avernos de la pesadilla nazi, antes de que comenzase la II Guerra Mundial. Qué pena que su visión profética se tradujese en una absoluta ceguera respecto a otro de los totalitarismos, el comunismo, que defendió casi siempre con gran ardor. Con todo, Brecht siempre será uno de los nuestros, por su calidad y aun cuando su visión en algunos casos evite pronunciarse en exceso como decíamos sobre el comunismo, alguno de sus rasgos son casi extrapolables. Por cierto, hagamos un acto de justicia ¿ Recuerdan estas letras?

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.» Fuente Wikipedia

Pues no son de Bertolt Brecht, sino del pastor Martin Niemöller. Al recogerlas el dramaturgo en un libro, nos prestamos a semejante confusión.



De Bundesarchiv, Bild 183-W0409-300 / Kolbe, Jörg / CC-BY-SA 3.0, CC BY-SA 3.0 de, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5508484
El genial dramaturgo nos depara unas piezas
teatrales demoledoras, fieles a su técnica.



(1) Heisenberg, colosal científico y uno de los impulsores de la física cuántica, adujo al ser interrogado por los aliados, que su colaboración con el ominoso régimen fue más aparente que real. En verdad, había saboteado todas las investigaciones básicas sobre la energía nuclear y su aplicación en una bomba atómica de forma más sutil. Al estudiar la documentación hallada, se llega a la conclusión de que Heisenberg estuvo algo desorientado en buscar más practicidad a las reacciones nucleares en el ámbito militar. Investigaciones más recientes y heterodoxas, apuestan porque los acólitos de Hitler estuvieron más cerca de crear bombas nucleares de lo que creemos.
(2)  El calificativo para ese tipo de teatro, no se producía entre chanzas. A Bertolt Brecht le resultaba más épico un obrero que pasara una vida de penalidades que los héroes románticos, casi de folletín, tan alejados del espectador moderno.  




Comentarios

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que