Ir al contenido principal

Los gorriones de la Stasi

Su vida en las últimas semanas se había convertido en una completa farsa. Revelaciones habían arrojado luz o más bien tinieblas, sobre lo que creyó todo un cuento de hadas. Lucinda, una alemana rubia y de grandes ojos soñadores, trabajaba en la sala de cifrado del Ministerio del Exterior de la República Federal. Pero no podía creer la pesadilla en la que se había tornado toda su existencia, cuando desapareció Michael, su marido. Se miró otra vez en el azogue del espejo como si una veta de realismo brotase de cada una de sus facciones. El cartapacio y los pantalones oscuros de franela de él, seguían allí. Angela además, le había dado mala noche, pues le estaban saliendo los dientes. 


De Desconocido - selbst fotografiert von Mech, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=59323
Un billete de cien marcos de la RDA


- Espera, déjame que se lo diga yo.- Se le había acercado la tarde anterior, Peter, un compañero del Ministerio. Le tocó el hombro, para darle una carpeta en la que se desenmascaraba a Michael. Cámaras y micrófonos ocultos, legajos en los que aparecía su nombre y el de Markus Wolf.

- ¿Quién es Markus Wolf?- Preguntó Lucinda.
- El hombre sin rostro, el director de la Stasi(1). No habíamos relacionado el nombre verdadero de tu.- Se le entrecortó la frase, pero al final recuperó el resuello.- Wolf felicitaba a Michael por la documentación obtenida. - A Lucinda las palabras de su compañero le sonaron a ecos desesperados. Estaba ida. Sus colegas descubrieron al topo del Ministerio, que era Michael.


De Photo: Andreas Praefcke - Fotografía propia, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=98586
Markus Wolf, máximo dirigente de la Stasi,
durante una buena parte de su temida trayectoria



Sin embargo, su mente se volvió inquieta hacia  aquel encuentro casual con Michael o cómo coño se llamase, ¿ hacía diez años? en uno de los bosques berlineses donde practicaba jogging. Una mañana que azorada por el sudor, un joven le comenzó a sonreír. Él corría desgarbadamente  a pesar de su pose atlética. Con todo, le conquistó con una plática desusada. Así surgió una historia de amor, que tuvo en la tímida Lucinda y el ajedrez, los episodios más importantes. Hasta que se casaron. Todavía no salía de su asomo de perplejidad, ya que si bien la actitud de su ¿ esposo? algunas veces le había invitado a la sospecha, cómo habría tenido hijos y habría formado una familia para esconder las verdaderas intenciones de su causa. Su compañero le advirtió que eran individuos verdaderamente fanatizados por la utopía socialista, y que al ser descubiertos, partían para el Este, abandonando sus familias,  que en realidad eran una pantalla de normalidad con la que esconder su actividad de espionaje.

Este relato es pura ficción, aunque fue bastante común durante la Guerra Fría. Tras la caída del muro, se pudo acceder a la documentación de la Stasi, uno de los servicios secretos rodeados de una leyenda más negra, y salieron a relucir con todo lujo de detalles las historias de los Romeos y las Julietas, cuya misión era embaucar con oratoria y un magnífico porte a figuras claves en los distintos ministerios de su hermana y enemiga, la República Federal. El filme  Gorrión rojo de la oscarizada Jennifer Lawrence, aparte del lucimiento de la susodicha, nos ha traído a la memoria estas historias de engaños que los infiltrados de la Stasi llevaban a las últimas consecuencias. Tan enfervorizados, que tras la fachada de unos hijos y unas vidas consolidadas en el Oeste, en cuanto su impostura salía a la luz, desaparecían abandonando como en el caso de nuestra Lucinda, familias enteras. Sin además dejar rastro durante décadas, para que sus descendientes occidentales, recompusiesen un complejo puzle existencial(2)


De Photo: Andreas Praefcke - Fotografía propia, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=98586
Los ojos de la Stasi alcanzaban cualquier lugar
por sórdido y escondido que estuviese

Entonces llegó la unificación de las dos Alemanias, que iba a poner en tela de juicio la labor de la Stasi. En números relativos con su población, tratamos con la agencia de espionaje más sobredimensionada de la historia. En su biografía, Markus Wolf, que llevó la mayor parte de tiempo las riendas de la Seguridad del Estado, justificó su acción por unas firmes creencias en las utopías socialistas. No sólo horadar hasta en los  resquicios más recónditos de la privacidad de sus compatriotas, como nos demostró la maravillosa cinta, La vida de los otros, sino que promovieron la intervención exterior y el terrorismo a escala internacional como un instrumento legítimo de la lucha contra el capital(patrocinaron a las Baader Meinhof, por ejemplo).

Fue tal la actividad de la Stasi más allá de sus fronteras, que chocaron en alguna ocasión con la KGB, que llamó a capítulo a la filial del Estado tapón ideado por Stalin. Wolf recordó que la Agencia con sede en la Lubyanka, había prohibido tácitamente que cualquier servicio secreto de los estados satélite hurgase en Estados Unidos, una exclusiva que se habían reservado los soviéticos. Con todo, uno de los éxitos más rotundos de la Seguridad del Estado , fue la infiltración en el gabinete del Canciller de Alemania Federal , el socialdemócrata Willy Brandt, que había promovido una política aperturista hacia el Este. Wolf no cree que el escándalo subsiguiente precipitase la caída de Brandt, al que sacudieron bien los medios de comunicación de su país, por este affaire conocido como Guillaume por el nombre del espía implicado ( Gunter Guillaume) . 

Son algunas de las razones por las que se nos hace tan interesante la biografía de Wolf, El Hombre sin rostro, donde el director de la Stasi se excusaba de las prácticas sucias de la agencia en sus convicciones y también esgrime que la guerra sucia estuvo extendida en los servicios secretos de todo el mundo. Ni un gramo de azoro se vislumbra en las memorias de Wolf, El hombre sin rostro. Casi le causaron más perplejidad, las artimañas que se buscaron otros para tomarle una fotografía que revelase su identidad. Se enojaba en medio de la entrevista cuando se le recordaba esta hazaña que le sacó del anonimato. Nada de los cadáveres que habían arrumbado en la cuneta y que ninguna lucha justifica en nuestra opinión.

Para que nos hagamos una idea de las dimensiones del servicio secreto de la RDA, cuentan en este especial de la Staatsicherheit de Histocast , magnífico canal de historia, que la Alemania unificada quiso recabar toda la información de ente tan oscuro, pero que sus dirigentes en prevención, destruyeron toda la documentación, aunque cometieron un craso error, casi de principiantes. Guardar en la misma bolsa los oficios destruidos, con lo cual la reconstrucción a la postre resultó "más fácil". De todas formas, imaginemos las tiras de papel, y la infinidad de expedientes que se crearon por el espionaje de la RDA, que en una estimación, la Institución encargada de velar porque la verdad de organismo tan opaco brille, ha calculado que necesitarán trescientos setenta años en concluir esta tarea. Cada funcionario hace una media de seis hojas por día en el mejor de los casos. Y no es una cuestión sin importancia, porque hubo millares de desaparecidos en torno a los que cualquiera de estos informes, podría dar muchas claves de su paradero.

(1) La Stasi inició su andadura con el nombre de un Instituto para la Investigación de la Economía, que habría sido escogido para despistar. Supimos que se trataba de un trampantojo que escondió a la actividad embrionaria del espionaje de la RDA.
(2) Estas historias  de hijos que buscaron a sus padres en el Este, tras la caída del muro, aún siguen conmoviendo al país teutón. Pero las hay más macabras, como las de envenenamientos de la Stasi, y que para dificultar ulteriores investigaciones, se sacaban a los cadáveres envenenados de sus túmulos y se sustituían por otros restos. 









Comentarios

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que